Michel de Montaigne
Montaigne fue un hombre moral y de mente abierta. En plena actividad y estragos que causaba la Inquisición en Europa, fue capaz de oponerse a la idea corriente en su época y niega que existiera la brujería y señala que no debía quemarse en la hoguera a esa pobres mujeres acusadas injustamente y no dudó en expresar esta idea en su Ensayos, adelantándose en más de un siglo a los detractores públicos de la malvada institución de la Iglesia Católica.
Es evidente que Montaigne estaba en profundo desacuerdo con la enseñanza y la metodología en uso en su época. Dice al respecto:
“Visitad un colegio a la hora de las clases, y no oiréis más que gritos de niños a quienes se martiriza; y no veréis más que maestros enloquecidos por la cólera. ¡Buenos medios de avivar el deseo de saber en almas tímidas y tiernas, el guiarlas así con el rostro feroz y el látigo en la mano! Quintiliano dice que tal autoridad imperiosa junto con los castigos, acarrea, andando el tiempo, consecuencias peligrosas. ¿Cuánto mejor no sería ver la escuela sembrada de flores, que de trozos de mimbres ensangrentados? Yo colocaría en ella los retratos de la Alegría, el Regocijo, Flora y las Gracias, como los colocó en la suya el filósofo Speusipo. Así se hermanaría la instrucción con el deleite; los alimentos saludables al niño deben dulcificarse, y los dañinos amargarse. Es maravilla ver el celo que Platón muestra en sus Leyes en pro del deleite y la alegría, y cómo se detiene en hablar de sus carreras, juegos, canciones, saltos y danzas, de los cuales dice que la antigüedad concedió la dirección a los dioses mismos: Apolo, las Musas, y Minerva; extiéndese en mil preceptos relativos a sus gimnasios; en la enseñanza de la gramática y la retórica se detiene muy poco, y la poesía no la ensalza ni recomienda sino por la música que la acompaña”.
Montaigne se preocupa de la observación del alumno y de la praxis en el aprender, rehusa lo que considera centrarse solamente en el verbalismo vacío (en términos modernos), descuidando los hechos, que son la base de la vida. Es novedosa esta actitud, que lleva implícita una didáctica que se complementa con valores. Recordemos que desde la época medieval primaba la repetición de los textos para aprender y el uso de métodos mnemotécnicos, que hacían más bien rígico el aprender. Recordemos a Bruno y sus laboriosas técnicas de memorización. En cambio, Montaigne prefiere la práctica en el aprender.
Genial!
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